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martes, 25 de octubre de 2022

La universidad como guardería


Quien piense que la universidad es un lugar de debate contrastado de todas las ideas y en la que domina el ansia de saber sin ningún tipo de restricción intelectual, está profundamente equivocado. Hay una ola potentísima que viene del mundo anglosajón y que ya está afectando a la universidad española que podría ser calificada como la universidad de la posverdad en la que no dominan los argumentos y la dialéctica de ideas sino el mundo de las emociones lo que quiere decir que los razonamientos son inútiles ante estas. 

 

Importantes profesores de todos los ámbitos han sufrido en los campus universitarios procesos públicos tras los cuales han sido cancelados por campañas terribles en las redes sociales o en los muros mediante pintadas. Si estos profesores discrepan de algunas de las ideas del mundo emocional en que todo puede ser verdad y que se concretan en cuestiones como el racismo, el género o la identidad, sin duda serán machacados por su discrepancia y la universidad terminará expulsándolos para no crear inseguridad en sus alumnos que se sienten ofendidos.

 

Se pretende que la universidad se convierta en una guardería en que no se planteen ideas o razonamientos que pongan en peligro la seguridad de los alumnos. Así ponentes o profesores o importantes intelectuales son cancelados por medio de actos virulentos de boicot de una intensidad creciente y que terminan por ser eliminados de la universidad por las mismas instituciones de gobierno de esta contagiadas por el ambiente de censura y macartismo que domina en las mismas. 

 

Si alguien pone algún reparo a las cuestiones de género, o la ideología woke o la de los trans está acabado, especialmente si es blanco y hetero pues será acusado de representar la ideología patriarcal. Cualquier debate al respecto es inmediatamente aplastado y cancelado. 

 

El libro La transformación de la mente moderna cuyos autores Jonathan Haidt y Greg Lukianoff ponían de manifiesto que las universidades americanas, especialmente las de más prestigio, se habían convertido en nidos ideológicos de la posverdad, en las que se desatan campañas virulentas y violentas contra cualquier disidente de la moral correcta que no se puede poner en cuestión de ninguna manera, y las autoridades académicas, ya aterrorizadas por el clima de coacción y censura, participan de las cancelaciones contra sus propios profesores que terminan por ser despedidos por ofender a sus alumnos. Cualquier comentario “inmoral” que sea calificado de racista transfóbico o patriarcal es bastante para que el profesor sufra una campaña brutal en redes sociales, manifestaciones y pintadas contra él, y no hay defensa posible. El clima de debate de ideas es totalmente inexistente en aras de mantener la universidad en un clima de seguridad que no atente contra las emociones de sus alumnos. 

 

Es inútil reivindicar la libertad de expresión o de cátedra, antes consustanciales a la universidad. Hay entidades que rechazan totalmente dicha libertad de expresión y asesoran contra los profesores que pretenden acogerse a ella poniendo a los alumnos en contacto con asociaciones de todos los grupos raciales y géneros para que pueda boicoteárselos y cancelarlos. De ahí al despido queda muy poco. 

 

Esto supone que en la universidad domina totalmente la autocensura, no se plantean ideas peligrosas y los propios alumnos se callan y reprimen para no ser a su vez cancelados.

 

Frank Furedi en su libro Qué le está pasando a la Universidad. Un análisis sociológico de su infantilización expresa que en el Reino Unido varias facultades de teología advierten a sus alumnos que a lo largo del curso puede mostrárseles a un hombre crucificado que podría herir su sensibilidad. Otro dato significativo fue las inscripciones a la universidad de Bristol donde se añadía el género felino para los que se identificaran con los gatos o el emojiself para los que hicieran con los emojis. 

 

Esta ola ha llegado a España y políticos de todas las tendencias son boicoteados o sufren escraches en las universidades. Ya no digamos en la universidad catalana si pretende hablar alguien contrario al procés o  poner un puesto de planteamientos no nacionalistas. La foto del blog es el acto de boicot contra el grupo constitucionalista S'ha acabat que quiso exponer pacíficamente su punto de vista. 

 

El interesante libro Nadie nace en un cuerpo equivocado de José Errasti y Marino Pérez Álvarez que cuestiona los fundamentos de la ideología queer y trans, ha sido proscrito de las universidades españolas por tránsfobo y se han cancelado actos de debate sobre el libro por razones de seguridad. 

 

Los alumnos han dejado de serlo y se han convertido en clientes que deciden, en un proceso creciente de infantilización, qué les hace sentir seguros y anulan o cancelan cualquier idea que les resulte peligrosa o amenazadora. 

miércoles, 19 de agosto de 2020

José María Hinojosa, el poeta olvidado


Hablar de la poesía de José María Hinojosa (1904-1936), el poeta precursor del surrealismo en España, antes que Rafael Alberti, Lorca, Cernuda y Aleixandre,  es algo proceloso por la tremenda losa de olvido que cayó sobre su obra por parte de todos los protagonistas de su tiempo y lo lento de su recuperación posterior, ya lejos de su época en que fue denostado, burlado y ridiculizado incluso por sus amigos a los que ayudó con frecuencia. Más difícil es todavía hablar de su muerte: José María Hinojosa fue asesinado el 22 de agosto de 1936, junto a 55 prisioneros políticos más, en el paredón del cementerio de San Rafael en Málaga, por milicias revolucionarias de la república. Lo asesinaron los "buenos", los que escribieron la historia cultural de la república. Su asesinato vergonzoso, tres días después que a Lorca, no lo llevó a la fama mundial como al poeta granadino, sino al total y rotundo olvido. ¿Por qué? 
Una buena pregunta.

José María Hinojosa nunca fue tomado en serio a pesar de la innegable calidad de su poesía. Se lo consideraba un "señorito", un snob que se dedicaba a la literatura como afición. Era de una familia rica, terrateniente, en Campillos (Málaga). Estudió en los jesuitas, como tantos otros, y posteriormente Derecho en Málaga y Madrid. Conoció a Lorca y formó parte de su tertulia poética El parnasillo. Trabó relación con los miembros de la generación del 27 y se acercó a la Residencia de Estudiantes pero no fue residente en ella por la oposición de su familia dado el carácter laico de ésta. Se lo considera un miembro menor de la generación del 27, pero su obra todavía no ha sido estudiada en profundidad. Hacia 1925 vivió en París donde conoció en directo el surrealismo de Breton al que se adhirió en cuerpo y alma. Publicó excelentes libros entre 1926 a 1931 que  van marcando su evolución que culmina en un surrealismo erótico e iconoclasta: Poema del campo, Poesía de perfil, La rosa de los vientos, Orillas de la luz, La flor de la Californía y Sangre en libertad. Tras este libro pareció dejar la literatura y sumirse en el silencio poético. 

Su poesía se inicia con influencias de Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, los haikus, el cubismo y la poesía popular alejada de la anécdota como muchos de los poetas de su tiempo. Culmina en un libro onírico como es La flor de la Californía (con tilde en la í), a través del cual pudo influir tempranamente en poetas surrealistas como Vicente Aleixandre antes de publicar sus primeros libros. Fue amigo personal de Buñuel y Dalí, y coeditor de la revista Litoral con Manuel Altolaguirre y Emilio Prados en la Málaga de 1929. 

Sin embargo, su obra y su figura es objeto de desprecio y burla. Era rico y generoso, pecado este último que abre todas las envidias imaginables. Su evolución ideológica estuvo marcada por su origen terrateniente y un viaje a la URSS en 1928 junto a José Bergamín (que luego negó toda relación con él) que le produjo una profunda decepción, al revés de muchos otros que volvían fascinados del experimento estalinista. Su voz es profundamente personal pero su poesía levanta chanzas en las que participan casi todos incluidos Gerardo Diego y Federico García Lorca que parodia versos de La flor de la Californía. Se lo califica de "señorito andaluz" y de "bohemio con cuenta corriente" a pesar de que muchos que lo critican son también mantenidos por sus padres. 

Su relación con una mujer lo marcó también. Se enamoró de Ana Freüller, que no lo correspondió y que rechazaba su poesía, incluidos los poemas que éste le enviaba. Su relación fue muy compleja y no se sabe hasta que punto se consolidó como proyecto común. Planeaba casarse con ella en 1937.

El advenimiento de la segunda república llevó a Hinojosa hacia posiciones conservadoras en la proximidad a la CEDA, desde el Partido Agrario Español. Abandonó la poesía y escribió numerosos artículos conservadores, así como participó en mitines políticos en favor de la derecha lo que confirmó el despreció que le dedicaban sus antiguos amigos poetas y críticos. 

En julio de 1936  fue  detenido y encarcelado, tras el golpe del ejército en África, considerado como fascista. El 22 de agosto, como hemos dicho, fue  asesinado junto a su padre y su hermano, como represalia por un bombardeo de los depósitos de combustible, en una saca de las milicias republicanas. 

Cayó en el olvido total. El bando  vencedor no lo reclamó por el carácter irreverente e iconoclasta de su poesía, totalmente llena de ácido hacia  las instituciones como la iglesia, la propiedad  privada, la familia e incluso Cristo. Y el bando perdedor lo consideró un "traidor" y lo despreció y lo borró totalmente de la historia, siendo ellos los que hicieron dicha crónica literaria. Fue un muerto incómodo para todos. Solo hacia los años setenta el poeta Ángel González lo incluyó en una antología  poética,  a pesar de la lejanía ideológica. Por fin los profesores Alfonso  Sánchez y Julio Neira  publicaron sus  obras completas y su epistolario, se reeditó ese libro onírico y alucinado que es La flor de la Californía y en 2004 se celebró el centenario de su nacimiento con algunos homenajes en su Málaga natal y algunos artículos  en la prensa. 

Hoy por hoy sigue siendo un poeta olvidado, maldito para unos y para otros  y totalmente desconocido por los lectores a pesar de la innegable calidad de su poesía que abrió caminos nuevos en su tiempo. 

sábado, 28 de marzo de 2020

Muchas librerías tendrán que cerrar


El mundo del libro está en estado de shock, no es el único en el terreno de la cultura porque los teatros, el cine y la música, comparten este sentimiento de desolación ante una sociedad encerrada que no compra libros, que no va al teatro, que no va al cine y no va a conciertos. No puede.

El mundo editorial espera con ansia el mes de abril en el que hay importantes fiestas que mueven un 7% de las ventas de todo el año, es la fiesta de San Jorge o Sant Jordi. La primavera es la mejor época del año para los libros, para que los clientes se acerquen a las novedades y a ciertos autores de éxito. Pero las librerías están cerradas, la gente cuando se cruza con alguien se aparta con temor, hay ya miles de muertos en España por la expansión del coronavirus. Para el mundo editorial, los distribuidores y las librerías es la muerte en un sector que vive día a día. Se pierden las inversiones en propaganda y novedades que amarillearán en los almacenes. La industria del libro vive de algunos autores y libros para subsistir y lograr que luego otros títulos minoritarios logren salir a la luz. En España hay unas tres mil librerías pero muchas tendrán que cerrar porque no podrán superar este momento. Y entonces Amazon se quedará con todo. Para Amazon no hay crisis ni relación con los lectores, es un mundo cibernético y distante, extraordinariamente eficaz y rápido. Encargas un libro a las diez de la noche y normalmente al día siguiente por la mañana ya lo tienes en casa. No hay entramado sentimental, todo es frío, exacto, no existe la conversación con el librero.

He visto cerrar muchas librerías en Barcelona, la mayoría empeños maravillosos de libreros que luchaban por la cultura. Fueron arrinconadas y arruinadas por la actualización de los alquileres en los centros de las ciudades, por la jubilación de los propietarios sin posible sucesión… He visto esto con tremenda tristeza. Antes un librero era una persona de referencia que ha ido desapareciendo salvo en empeños voluntaristas, hermosos, llenos de romanticismo.

Las perspectivas son sombrías para los que quedan. La cultura sufrirá mucho con esta crisis mundial. No será el único sector pero a mí me duele especialmente.

martes, 24 de marzo de 2020

Del libro como artículo de primera necesidad.


Hoy he ido a comprar a Mercadona en un centro comercial desierto. He sentido la sensación de peligro al coger el carro utilizado por otros clientes, al tener que quitarme los guantes para abrir las bolsas de plástico, al tachar de mi móvil, al que había que activar por huella digital, la lista de la compra, al cruzarme con otros clientes con los que no siempre era posible mantener la distancia de metro y medio, al seleccionar los productos frescos… He vivido la compra como una actividad de claro peligro… Al salir con el carro bastante lleno, he pasado por diversos negocios cerrados, pero uno me ha llevado a pensar. Era una librería, La casa del libro, en cuyos anaqueles figuraban libros de actualidad. ¡La librería estaba cerrada! Lógicamente pensarán que no es un comercio de primera necesidad, pero yo pienso que sería hermoso un país que considerara los libros como productos de primera necesidad, y que las librerías estuvieran abiertas como las tiendas de alimentación y las gasolineras… Por lo menos, unas horas de apertura en horario restringido para alimentar el alma de los ciudadanos.

Nos traiciona el inconsciente. Sentimos que los libros no son estrictamente necesarios, aunque se nos diga que en estos días de confinamiento la lectura es especialmente aconsejable y que se nos sugieran libros para esta situación de desastre compartido. Mi hija dice que se pueden descargar en archivos digitales en Amazon y otras librerías. Pero no todo el mundo lee libros digitales –yo sí-, la mayor parte de la gente sigue leyendo en papel.

Una de las cosas que más me sorprenden en Portugal es el número de librerías que hay por las calles, es sorprendentemente alto. En España, la venta de libros ha quedado restringida a grandes cadenas de librerías y las pequeñas van muriendo poco a poco. Otra cosa son las ventas por Amazon, claro está, cuyo volumen desconozco, pero no creo que sea muy relevante estadísticamente.

Es natural que no se considere el libro como objeto de primera necesidad, mientras sí lo son los bares de los que hay decenas y decenas de miles en toda España. Nadie parece echar en falta las librerías, pero sí los bares. Ayer escribía  que bajaba con frecuencia a tomarme unos vinos turbios con mi mujer, pero añado que leo diariamente varias horas, que leer para mí es esencial como el aire que respiramos, que no me siento completo si no leo, que un día sin leer me resulta perdido. Otra cosa es cuando uno topa con un libro mediocre, terriblemente malo, como me ha pasado a mí cuando he elegido una novela de misterio para intentar evadirme del ambiente pesadillesco que nos rodea. He estado leyendo los dos últimos días una novela de Dean Koontz, titulada La habitación de los suspiros. Me ha resultado deplorable y la he abandonado cuando llevaba más del sesenta por ciento leído. He querido leer algo ligero, pero el paladar de los lectores apasionados no se contenta con cualquier producto.

Me gustaría vivir en un país en que las librerías siguieran abiertas en plena crisis del coronavirus, ello diría mucho sobre nosotros.

sábado, 15 de febrero de 2020

Nueva etapa en el blog


Los lectores de este blog habrán visto que hace más de dos meses que no publico. Ha sido un tiempo de reorganización mental para decidir qué quería hacer con el blog. No ha sido un tiempo pasivo. Los que hayan visitado el blog y hayan prestado atención, habrán observado el enriquecimiento del blogroll con docenas y docenas de blogs relacionados con la crítica literaria -la mayoría-, la filosofía y la ciencia ficción, además de enlazar algunos medios británicos. El blog está más vivo que nunca. Dedicó bastante tiempo a leer las nuevas aportaciones que van apareciendo en los blogs enlazados. Pero no publico y no comento en blogs amigos como hacía hasta hace poco. Me he convertido en observador de la calidad en el mundo de la blogosfera, obviando el tema de los comentarios. Ni comento en general ni voy a abrir mi blog a los comentarios a partir de ahora. Pienso que los comentarios no dan una idea de la vida que tiene un blog, o lo hacen parcialmente. Hay blogs con amplia difusión y autoridad que no permiten comentarios o no los reciben. Quiero ser observador esencialmente, pero a partir de ahora publicaré metódicamente ideas que surjan de mis lecturas sin la espera de que lleguen los comentarios. A veces publicaré varias veces al día o dejaré pasar días sin hacerlo. Depende. Si alguien tuviera mucho deseo de hablar conmigo, en mi perfil aparece mi correo electrónico y desde allí contestaré encantado. 

Esta es una nueva etapa de un blog que comenzó siendo pedagógico y que va derivando a la literatura, el pensamiento y la reflexión sobre ideas que me vayan surgiendo. Todavía voy indagando sobre quién soy yo y mi lugar en el mundo. No hay nada que me repela más que alguien diga "a mi edad ya no tengo que justificarme". "A mi edad..." Dedico una parte importante de mi vida a la lectura. Hablaré de ello, sin intentar hacer crítica literaria. Hago caminatas en solitario, y ellas me producen importantes sensaciones. Hablaré de ello. Leo muchos blogs y sus ideas me enriquecen. Hablaré de ello. Todo más anárquico pero sin comentarios lo que no quiere decir que no tenga gran interés en vuestra presencia. Escribo para mí pero esencialmente para ser leído. Veremos qué pasa. 

lunes, 16 de septiembre de 2019

Vivir en el presente


La transformación es el estado continuo de la vida. Nada permanece, todo está en continuo estado de cambio y fluencia. Nada está fijo, y cuando algo parece que lo está, es que algo falla. Hay personas que se enorgullecen de ser idénticas a los cuarenta y tantos años a cómo eran a los dieciséis. Probablemente lo serán en su perspectiva cuando tengan sesenta, lo que es una evidencia de un enorme fracaso o una ridícula confusión. No se puede vivir sin transformarnos, cada instante, cada día, cada año, cada época. Sin embargo, hay a veces adolescentes o adulescentes que escriben en sus dedicatorias “no cambies nunca” como anhelo de búsqueda de la permanencia en la personalidad de un amigo. Querríamos que las cosas siguieran siendo iguales a una cierta etapa dorada de nuestra vida, y nos duele que no sea así. La vida y sus etapas son palmarias en este sentido. De niño a hombre, de hombre a anciano, de anciano a la nada… Pero este cambio trágico que se da en nuestras vidas es invisible a nuestra mirada, no lo percibimos de lo acostumbrado que estamos a vernos cada día en el espejo en el que van apareciendo pequeños cambios que se hacen evidentes al cabo de un tiempo en que no habíamos reparado en ellos. La transformación produce dolor, no es fácil asistir a esta deriva sin sentirnos acongojados, inquietos, angustiados… No hay nada fijo. Cambia nuestro físico pero también cambian nuestras ideas, nuestro modo de ver el mundo, de estar en él, de sentirnos, de contemplarnos, de contemplar a los demás, sean nuestros hijos o nuestra pareja o nuestros amigos… Todos estamos en cambio incesante. Es difícil asirse a algo que nos dé estabilidad. El gran problema de la vida es asumir los cambios propios y el de las personas que tenemos cerca… pero también asumir los cambios sociales, políticos, tecnológicos, filosóficos, ideológicos… Uno envejece cuando ya no es capaz de adaptarse a esta transformación existencial, histórica y social del universo, que late, se expande y se transforma segundo a segundo.

De ahí la extensión de los pensamientos que intentan vivir el presente en su íntimo latir en cada instante, como único y esencial, una especie de “metafísica del presente” para evitar la angustia del pasado o del futuro.  Ya que no podemos aferrarnos a nada firme, se plantea fluir con la vida, vivir el aquí y el ahora como fundamento existencial. Es el tema del budismo y ciertas religiones, además de la degradada autoayuda. Como si eso fuera posible solo con desearlo, como si pudiéramos aferrarnos decididamente a ese instante preciso y precioso del presente en su proceso de transformación. Pienso que nuestro modo de vida de hombres en la historia no está preparado para ello. Es una ficción pensar que podemos vivir de modo permanente en el presente. Estoy seguro de que el uso de drogas, el mismo alcohol, tienen como eje la angustia de esa transformación incesante y el anhelo de detener el tiempo y tal vez estas sustancias proveen a sus usuarios de una cierta ilusión de que eso es posible en una suerte de iluminación interior. No es el vicio lo que impulsa a los seres humanos a la drogadicción, no, es el afán de fijarnos ilusoriamente en el presente inmanente. Pero solo es un sueño porque “no somos capaces de presente, ni como pensantes ni como vivientes, ni en el sentido de que estuviéramos completamente en el ser, ni en el de que el ser estuviera completamente en nosotros. La presencia plena no representa por ahora una opción real para seres mortales”, según escribe Peter Sloterdijk en su libro ¿Qué sucedió en el siglo XX? La obra magna de Heidegger es Ser y Tiempo, una obra de enorme complejidad en que se anuda inexorablemente al Ser con el Tiempo, somos tiempo, esa es nuestra íntima entraña. Esa es nuestra dimensión trágica y que puede ser contemplada también con una mueca irónica y suscitarnos por lo absurdo que es todo, una enorme carcajada. La máscara de la comedia y de la tragedia son las dos caras del ser. Solo hace falta un pequeño cambio de perspectiva para convertir lo esencialmente trágico en demoledoramente cómico. No somos inmanentes, solo somos seres que juegan a creerse serios cuando no lo somos en absoluto. Toda la historia del arte y de la cultura tiene como eje esta constatación, la del cambio incesante y el sentimiento concomitante de que es ilusorio cualquier intento de trascendencia, así que en tal caso, lo único que queda es la risa. Afortunados los que ríen porque de ellos será el reino del presente… 



miércoles, 27 de marzo de 2019

Los peligros de Europa



En los dos últimos años he viajado por Europa visitando ciudades que no conocía siguiendo la interpretación de Georges Steiner de Europa como casa común en su libro Europa que había leído hace años. Ha sido mi descubrimiento, todavía parcial, de la idea de Europa. Para Steiner, Europa es un café donde se escribe poesía, se conspira y filosofa; el paisaje es caminable, es una geografía hecha a medida de los pies; sus plazas llevan nombres de grandes estadistas, científicos y escritores del pasado, algo que no es común en América; desciende simultáneamente de Atenas y Jerusalem, de la razón y la fe, que desembocó en la democracia y la sociedad laica y la que produjo los místicos y la espiritualidad, pero también la censura y el dogma; por último, lo más inquietante es la pervivencia de los odios étnicos, el chovinismo nacionalista, y la resurrección del antisemitismo. Y como elemento común, actualmente, es la uniformización como consecuencia de la globalización. 

Mi conciencia de viajero europeo en solitario me ha permitido constatar dicha uniformización que hace que Cracovia o Praga, que Viena o Lisboa, que Budapest o Berlín, que Dublín o Rennes, que Estocolmo o Amsterdam, que Reykiavik o Vilnius, que San Petersburgo o Madrid, por poner unos pocos ejemplos, tiendan a asimilarse en sus tiendas, en sus paisajes humanos caracterizados por el turismo masivo, las mismas franquicias en todos los sitios, el estilo de la moda, el modo de comportarse las personas cada vez más similar, la prisa… Pero maravilla de maravillas, Europa es un continente de plazas, de cafés, de mercados, de fiestas ciudadanas, de barrios antiguos de estructura medieval o neoclásica, de ríos… que producen, una vez traspasada la evidente homogeneización, una visión más profunda de cada ciudad o país. Me he sentido a gusto, superada la realidad de ser un turista más dentro de una avalancha masiva. En casi todos los países en que estado he necesitado ayuda, y siempre ha surgido alguien que se ha interesado por mí y me ha ayudado, apoyo humano que he agradecido profundamente y que me ha hecho sentir una mayor sintonía con el país que visitaba.

Un tema insoslayable en toda Europa es la cuestión judía. Europa era un continente en que convivían millones de judíos desde siglos atrás. El antisemitismo, desatado por el nazismo y las complicidades en cada país llevaron casi a la desaparición de la población judía. En España nos hemos olvidado de este tema pues los judíos fueron expulsados a finales del siglo XV. En muchas ciudades quedan juderías medievales cuyos restos nos evocan a una Sepharad que dejó de existir para nuestra desgracia. Pero en Europa la presencia judía era significativa o muy importante. En casi cada país que he visitado, salvo Irlanda, el tema judío ha sido esencial. Recuerdo mi paseo por Budapest por las orillas del Danubio cuando descubrí el muelle de los zapatos desde que dos decenas de miles de judíos fueron tiroteados y arrojados al caudal del Danubio. O mi visita en Paneriae, a las afueras de Vilnius (Lituaniai), el bosque donde fueron asesinados casi cien mil judíos con la complicidad de nacionalistas lituanos. O en el gueto de Cracovia o el cementerio judío de Praga y ya no decir Berlín. Europa antes de la segunda guerra Mundial acogía a grandes poblaciones judías que se habían asimilado a las culturas nacionales, hasta que se desató el pogromo mayor de la historia. Esto me produce una gran desolación porque veo que el antisemitismo, sea en Francia o en Polonia, en Hungría o Lituania –o en España-, sigue vivo pese a las palabras oficiales. Mis viajes por Europa me han llevado a descubrir ,como dice Steiner, que los viejos odios antisemitas han tomado de nuevo auge en la cultura europea, igual que los nacionalismos xenófobos y supremacistas adquieren carta de naturaleza disfrazándose de lenguajes progresistas. Nadie dice que “soy nacionalista xenófobo” o “soy antisemita” pero lo son en formulaciones más ajustadas políticamente.

Viajen por Europa, inténtenla descubrir como territorio compartido, como cultura de raíces cristianas comunes (y semitas y musulmanas también). Cuanto más conozco Europa más me siento ciudadano europeo y siento el desdén que desde los distintos nacionalismos se lanza contra la idea europea.

Estoy seguro de que viajar no hace necesariamente a las personas más abiertas, ni tengo nada claro que el leer haga más generosos a los lectores, ni creo que el deporte una a la gente de los distintos países… pero son elementos que pueden ser una ayuda para que los europeos nos sintamos en un continente compartido, de Atenas a Estocolmo, de Dublín a Sofía –mi próximo destino viajero-, de San Petersburgo a Lisboa… Soy europeo, y siento orgullo de que mis hijas se educaran en una escuela que lleva por lema “escuela europea”. No escuela española o catalana, no, “escuela europea”. Esa es mi identidad junto a ciudadano del mundo. 

lunes, 14 de enero de 2019

¡Mi papá no es mi abuelo!


Hoy he ido a ver una película de animación titulada Mi vecino Totoro dirigida por Hayao Miyazaki, producida por el Estudio Ghibli. Es tal vez una película para niños pero que me ha tenido cautivado durante el tiempo de proyección. Estaba totalmente solo en la sala en horario de tarde. Me he preguntado por mi fascinación por la película siendo como era tan sencilla, sin ninguna historia enrevesada detrás. Era puro humanismo aliado a un universo mágico lleno de ternura y delicadeza. Es la historia de unas niñas, Satsuki y Mei, que tienen a su madre enferma y una de ellas se pierde en el campo yendo al lejano hospital. He sufrido viendo a Mei perdida, hasta que un personaje mágico… 

No era de Mi vecino Totoro de lo que quería hablar, pero me sirve de introducción para el comentario de un cuento juvenil que ha llegado a mis manos de un veterano autor, Dimas Mas, que ha abordado en su relato Mi papá no es mi abuelo, un conflicto sencillo pero profundamente humano y que es desarrollado con extrema habilidad por el autor capaz de trenzar tanto relatos densos y complejos como novelitas juveniles como esta. La protagonista es Guiomar, hija de Rodrigo y Elvira. Está en una etapa en que adora a su padre, que la guía por el territorio de la entomología y así, ambos enamorados de los insectos, comparten dicha pasión que espeluzna a la madre y a los compañeros de Guiomar que solo ven en esos bichos, criaturas horrendas y desagradables. ¿Se imaginan el dúo Guiomar-Rodrigo? ¿No han visto imágenes entrañables de una niñita que se abraza a su padre que para él es el hombre más guapo y más interesante del mundo? Esa es Guiomar y su amor secreto es su padre. Pero en toda historia que se precie hay una bruja malvada y esta es Mencia, compañera envidiosa de Guiomar que en un cumpleaños se refiere al padre de esta como si fuera su abuelo y no su padre. Y en aquel momento el lector siente un agudo dolor como el de Guiomar que por primera vez toma conciencia de que su padre es mayor, tanto como para que lo confundan con su abuelo. Narrativamente, dicho conflicto se abre a aristas muy peliagudas porque a partir de entonces, Guiomar verá a su padre de otra manera y teme que, efectivamente, sea casi un viejo, algo que a Rodrigo no parece inquietarle porque él sí acepta la edad que tiene. Pero para su hija, algo se ha descompuesto porque no quiere que su padre represente la figura de su abuelo. Su padre se ha caído de ese pedestal en que estaba y se hace profundamente humano, pero entendemos el malestar y la zozobra de Guiomar que no puede aceptar la supuesta vejez de su padre y empieza a observarlo como si de un bicho más se tratara, científicamente, y lleva un cuaderno de notas en que hace dibujos para confirmar o no lo que esa bruja de Mencia dejó caer. 

No voy a contar cómo se desarrolla el relato, ni cómo acaba, pero he querido subrayar la densidad del conflicto humano que sucede en la mente pubescente de Guiomar que se abre por primera vez a la incertidumbre y al miedo, sintiendo que el mito de su adorado padre es vulnerable y ahí se ahonda un atisbo de rechazo íntimo que acaece en su conciencia de niña, protagonista de un bildungsroman –o novela de formación- en que un adolescente pasa una dura prueba que le hace madurar para crecer y hacerse, tras una crisis, más entero. Pero no teman, esto no es Las tribulaciones del estudiante Törless de Robert Musil, es una novelita juvenil, con las pretensiones justas para crear la tensión narrativa a partir de verosimilitud humana mediante un conflicto que no había visto abordado por ningún relato juvenil pues ofrece sesgos de no ser muy atractivo: la edad del padre, especialmente si es mayor,  no es muy plástica. Todos los niños quieren tener un padre joven y guapo, pero la vida es la vida y aquí Dimas Mas, autor excéntrico y complejo plantea una vuelta de tuerca muy intensa en un relato de 57 páginas que se puede adquirir en formato digital por 3 euros o en formato papel por 5,93€ en Amazon ya que se imprime a demanda. 

Una amiga y comentarista de este blog ha escrito que este espacio se ha hecho postmoderno, pero hoy quiero traer aquí un texto de interesante hondura como esa película que he visto hoy, Mi vecino Totoro, en un cine en sesión de tarde y completamente solo. Por amistad y con interés traigo aquí este relato francamente apetitoso, ¡Mi papá no es mi abuelo! de Dimas Mas, el autor de otra novela juvenil como El tesoro de Fermín Minar que marcó mi vida. Ser escritor y no rendirse a las imposturas del mundo editorial tiene su precio, tal vez la soledad y el desarraigo, pero a mí me gustan los autores que no siguen las directrices de los mass media ni las modas evanescentes. ¡No os la perdáis!

lunes, 28 de marzo de 2016

¿Lecturas elitistas en Secundaria?



Me pregunto qué porcentaje de la sociedad española frecuenta los clásicos y pienso que es un mínimum irrisorio. Los libros más vendidos ya sabemos cuáles son, y está bien, es bueno que la gente lea, al menos es mejor que lea a que no lea. La escuela abre caminos de lectura que fácilmente se pierden en el tráfago de la realidad. Es más fácil no leer que leer. Esos clásicos que mencionas - los libros juveniles de actualidad- que deberían configurar el corpus lector en la secundaria no se consolidan. No llegan a ser clásicos. Son libros de circunstancias que apenas se repiten ya en el ciclo de tres años debido a la mutación continua de nuestros estudiantes y a que no alcanzan un mínimo de calidad. Cuando yo era adolescente había una biblioteca de clásicos juveniles (Julio Verne, Salgari, Richmal Crompton, Zane Grey, Karl May, Dickens -alguna de sus obras más accesibles-...). Nada de esto pasa hoy, así que difícilmente podemos hablar de clásicos juveniles, si acaso de libros más o menos dinámicos durante un ciclo y que pasarán rápidamente. Tú (me dirijo a Toni Solano, autor del blog Re(paso) de lengua) eres conocedor de estos libros juveniles y tienes blogs y alguna página de Pinterest sobre ellos. Es bueno que lean, claro. Es el único sitio donde se va a fomentar la lectura. Fuera de la escuela será muy extraño que sigan leyendo. 

Yo alterno libros juveniles con clásicos en el sentido estricto de la palabra. Así han leído conmigo obras de Jordi Sierra i Fabra, Carlos Ruiz Zafón, pero también a J. D. Salinger y ahora estamos con la lectura de La metamorfosis, tras otras lecturas de relatos cortos de Kafka. Sé que no son fáciles y no sé si entra esto dentro del elitismo que criticas y que tanto se teme en educación. No hay nada más condenable en una sociedad absolutamente horizontal que el elitismo. Aquel que destaque por encima de la multitud, hoz preparada para segarle la cabeza. Ese es nuestro mundo y nuestra realidad. Me pregunto hasta qué punto hemos asumido esa horizontalidad total para generar individuos adaptados a ello. Y la escuela debe formar también en consonancia horizontal. Así que ¿para qué los clásicos si responden a sociedades no horizontales, a sentimientos artísticos alejados de la muchedumbre con que se van a encontrar en la playa, en las calles, en los estadios, en los centros comerciales? La mayor parte de los clásicos que conozco -a menos que sean reinterpretados a la luz de nuestra filosofía de masas de fondo- son héroes aristocráticos, solitarios, individualistas, singulares, a contracorriente, y no es eso para lo que preparamos. Preparamos, no lo olvidemos, para una sociedad en que el centro de todo sean los tópicos y nada más que tópicos. Las redes sociales son una exposición universal del tópico. Las mutlitudes funcionan con tópicos que se van repitiendo inexorablemente. Los clásicos no encajan en una visión universalista del ser humano del siglo XXI. Y si alguien los lee con aprovechamiento, tendrá que ocultarlo para no ser segado por la maquinaria totalitaria del common sense al que hay que adaptarse con esfuerzo. La idea de que la escuela sea crítica y generadora de pensamiento autónomo no sé si se ajusta demasiado a la realidad porque hay que asentir a la Weltanschauung de nuestro tiempo y eso es lo que expresan los libros que las editoriales nos hacen llegar como juveniles, relevantes como lectura y solaz. El lector de clásicos en la escuela no será un individuo demasiado socializable. Una comentarista anterior pone como ejemplo que no deben darse libros que interesen solo a dos sino que hay que hacer que la mayoría disfrute. Esos dos quedan huérfanos y deben amoldarse a la mayoría y "disfrutar" con ella. Pero en mi fuero interno, siento que cultivar a esos dos es esencial, distinguirlos y apreciar su soledad en medio de la muchedumbre.


(Este es un comentario que dejé en el blog de Toni Solano, Re(paso) de Lengua, que he querido rescatar para mi blog)

sábado, 26 de marzo de 2016

Mi agradecimiento incluye el pagar por un bien cultural


Estoy leyendo El vidente y lo oculto, una biografía de Rainer Maria Rilke escrita por el barcelonés Mauricio Wiesenthal. Es un libro muy extenso que me costó más de cuarenta euros. Me tomo un café bien cargado y me sumerjo en su lectura, subrayando con lápiz todo lo que me parece relevante que es mucho. La figura de Rilke es una de las más interesantes de la cultura europea. Algún día hablaré de él porque no es sobre ello que quiero escribir. No. Es una cita en voz de este estudioso y crítico que es Wiesenthal sobre lo que significa la cultura:

"La cultura y, sobre todo, la poesía no son mercaderías de primera necesidad en los apetitos de la burguesía moderna. Solo gente muy sencilla y fina tiene la sensación de haber quedado en deuda cuando compra un libro. Pero el burgués moderno lo mide todo a precio de industria, entendiendo que el Estado carga ya sobre el valor de las cosas impuestos y compromisos sociales. Pocos salen de una librería pensando que un libro es un bien moral en peligro".


 Me ha parecido una cita extraordinariamente oportuna, pero no solo la aplico a la literatura sino que creo que es extensible a la música y al cine.

Cuando leo un libro que conecta con mi alma, cuando veo una película que también lo hace, siento un profundo agradecimiento a la mente o mentes creadoras que están detrás de ello. Y no puedo concebir que ese placer que he sentido pueda o deba serme gratuito. Entiendo que con mi aportación, aunque sea lejana, contribuyo a la continuidad de la cultura como valor fundamental para los seres humanos. Mi dinero es mi forma de comprometerme además de mi lectura entregada o mi contemplación de la película. La cantidad aportada es una forma de participación espiritual para la existencia de ese bien. No puedo asentir frente a esa concepción supercalifragilística que sostiene que toda la cultura ha de ser gratis y de libre circulación y que, por tanto, todo el mundo tiene el derecho de bajársela o copiársela sin ninguna restricción aduciendo argumentos peregrinos como su elevado coste o que todo se lo lleva la editorial. Robar un libro en una biblioteca se considera algo inapropiado y censurable, pero bajárselo de la red es tenido como meritorio y se hace sin disimulo y sin sentimiento de vergüenza. Y lo amplío a toda la producción cultural en el ámbito que sea.

Este año de 2016 en el cuatricentenario de la muerte de Cervantes, apenas se habla de él como persona, como escritor. Sin duda, las instituciones españolas han estado descuidadas al respecto y no va a haber celebración o evocación solvente de la figura de Miguel de Cervantes. Espero que en el Reino Unido sean más agradecidos a lo que significó William Shakespeare, autor que murió en fecha muy próxima a la de Cervantes. No es extraño pues pienso que los británicos aprecian más el valor de la cultura que los españoles. Ya en su tiempo, este libro fue mucho más importante para los ingleses que para los españoles que lo tomaban por un libro chusco y ridículo. Don Quijote los hacía reír pero no vieron sus contemporáneos mucho más allá de un humor grotesco e incluso se tuvo a El Quijote apócrifo de Avellaneda como un libro más valioso que el de Cervantes por mantener el decoro. Las ediciones que se hicieron de las aventuras del hidalgo castellano apenas reportaron beneficio a Cervantes que obtuvo un gran éxito popular pero escasamente compensado económicamente. Eran normales en su tiempo las ediciones piratas y no existían los derechos de autor como tales. El caso es que Cervantes murió en la escasez, tal como vivió, sabiendo lo que es ser creador en España.

Cuatro siglos después, El Quijote sigue sin leerse – a nivel general- por motivos que expresan la atonía de los lectores que quedan, y su autor sigue recibiendo el mismo interés que tuvo en su tiempo. Es decir, muy poco o ninguno. Es cuestión tal vez de la raza de este solar hispánico en que tan escasamente se valora la cultura y, de hecho, todos somos conscientes del escaso lugar que ocupa en la vida de la gente común. ¿Conversaciones sobre libros, sobre películas, sobre obras de teatro, sobre conciertos? No las hay. Hay cien temas mucho más populares y apasionantes para el español medio, y es, por eso, que la sensación de profundo agradecimiento hacia el autor de una obra literaria o un bien cultural es tan raro o inexistente. El español de pro siente que la cultura es un bien gratuito porque ya pagamos al estado impuestos, y si no es al estado, a las compañías telefónicas que nos surten de ADSL para que podamos descargarnos con entusiasmo cualquier bien cultural.


Parecerá extraño pero yo siento que debo pagar, me quedo tranquilo cuando contribuyo con una cantidad más o menos costosa a la compra de un libro, disco o película. Sé que hay mucho argumentos de raíz oportunista para actuar de modo diferente, pero en estas estamos. Es mi forma de reconocimiento. El que quiera entender que entienda.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

El profesor, más cerca de Jung que de Freud...


Lo que he aprendido como profesor durante más de treinta años es sencillo: nunca estar satisfecho, nunca creer que se tienen todas las claves porque se tenga mucha experiencia en el tiempo. Un profesor es siempre un aprendiz en todos los sentidos. Su trabajo es evanescente. Es como trazar una línea en la arena junto al mar. Totalmente transitorio, precario, impredecible. El profesor debe ser una persona del tiempo que está viviendo. Esto es importante. No puede quedarse atrás por pereza o falta de ganas de adaptarse. Su trabajo exige una permanente adaptación al tiempo histórico y existencial del momento. Debe leer la prensa, conocer los avances de la ciencia, la cultura y la tecnología. Tener conciencia de los grandes desafíos de la humanidad, de sus lacras, de sus injusticias. Debería ser un hombre o mujer comprometido con su alumnado, con su realidad, con sus circunstancias, que se insertan en un momento dado de la historia. Y como todo momento de la historia es efímero. Su filosofía tiene más que ver con Heráclito que con Parménides. Todo está en perpetuo estado de transformación. Un día no es igual a otro día, un curso no es igual a otro curso, los adolescentes no son siempre iguales, los profesores no son siempre iguales a sí mismos. El profesor está mutando, igual que sus alumnos. La cuestión es sincronizar ambas mutaciones. Si se produce el encuentro, las cosas funcionarán por un tiempo. No es una garantía para nada. El profesor debe seguir buscando a los sujetos de su materia que no permanece estancada en un saber consensuado y fijo. No. 

"Las palabras que mejor definen la educación son dinamismo, cambio, transformación. Fuego".

El profesor y los alumnos son viajeros en el tiempo. No puede haber miradas atrás. No sirven. Solo miradas al presente para intentarlo comprender o, si no, al menos, acercarse a su latido. Miradas al presente y un presentimiento de futuro. ¿Qué es hoy? ¿Qué puede ser mañana? ¿Qué necesitarán estos muchachos en veinticinco años de lo que yo hoy les estoy ofreciendo? ¿Qué necesitan retener? ¿Acaso hay algo inmutable que deba ser para siempre? Sí, un instrumento, el lenguaje. Este sirve para abrir los ojos ante el mundo, para transformar lo dado en algo potencialmente deseable. El lenguaje en cualquiera de sus vertientes nos ayuda a desentrañar la madeja de la incertidumbre. Somos profesores de lenguaje, de lenguajes, en muchas áreas. Este es el instrumento de nuestra profesión. Atados al tiempo que no cesa. 

"Un profesor y un alumno se ligan espiritualmente en esa búsqueda incierta. Y utilizan el lenguaje para encontrarse. Dos perspectivas vitales distintas pero que logran sincronizarse en el frenético devenir de los días". 

No hay detención posible. Solo implementación de futuro en un construir instrumentos que nos liguen al cambio, imposible de detener. El profesor que se detenga, que no pueda seguir, quedará anclado a la pata de su cama. Y se perderá el horizonte de lo que vendrá. El profesor en cierta manera es un pequeño filósofo que no sabe solo de su materia sino que se interroga constantemente si es correcto lo que piensa. Vive en un proceso metacognitivo en que es también un salvaje que alienta a sus alumnos a danzar con el torso desnudo y antorchas encendidas en un rito de iniciación y gritos de esperanza en el amanecer que será siempre otro: ¿podría ser de otra manera? Los hombres salvajes y nosotros tenemos mucho en común, y esto debe proyectarse en nuestro modo de dar clase. La clase es una asamblea de emociones y el profesor abre su corazón y su mente delante de sus alumnos para que ellos también puedan hacerlo. En cierta manera es una tribu presocrática que celebra los rituales de hermandad en un conocimiento que se está transformando. Los guerreros necesitan elixir para seguir cazando en las llanuras que serán su futuro. El profesor no debe ser necesariamente un asceta ni una esfinge. No. El profesor también se unirá a la caza. Su acción se desarrolla por la exfluencia, un concepto que expresa la mezcla de tiempo y conocimiento mediante un proceso de acercamiento mutuo.

Ser profesor es un desafío, una forma de dar un hachazo a la selva primigenia donde todo estaba confuso y los seres humanos se hundían en las ciénagas. Hace milenios logramos salir de allí y desde entonces seguimos caminando de un anochecer a otro, de un día a otro, que nunca son iguales, que siempre tienen tonalidades distintas.

Estamos más cerca de Jung que de Freud. 

"Parece una situación sencilla esa de entrar en un aula y mirar a los ojos a los alumnos y decir... ¿decir qué?"


Eso debe ser diferente cada día, cada año, cada estación. El tren no se detiene y avanza implacable. Cuando se está cansado, uno debería irse a la montaña y dejarse devorar por las alimañas como en La balada de Narayama. Tal vez después del sueño, surja de nuevo la pasión de enseñar.

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